Fernando Alonso no necesita que Webber le diga lo que tiene que hacer
4 minutos de lecturaAl australiano Mark Webber se le recordará siempre como el piloto que acababa segundo tras Vettel en los años de dominio de Red Bull. En el fondo es un recuerdo un poco injusto, pero inevitable. En sus doce años en la Fórmula Uno solo consiguió nueve victorias y, de hecho, más que segundo, su puesto natural era el tercero: en esa posición acabó tres de sus cuatro últimos mundiales (2010, 2011 y 2013). Con todo, se podría decir que Webber le costó a Fernando Alonso un campeonato del mundo. Fue en 2010, en Abu Dhabi, cuando el Ferrari de Alonso lideraba el Mundial y todo el mundo dio por buena la teoría de que bastaba con vigilar al australiano para ganar el campeonato. En esa vigilancia estaban cuando se escapó Vettel por delante y cambió la historia: Webber fue el anzuelo que mordieron todos los ingenieros de la escudería italiana mientras Alonso luchaba por adelantar a Vitali Petrov sin éxito.
Por Guillermo Ortíz
Nunca sabremos si, de haber invertido los roles, Webber se habría convertido en tetracampeón del mundo y Vettel estaría ahora trabajando para Red Bull en labores de asesoría. Parece poco probable, pero bueno. En cualquier caso, puede que aquella oportunidad se haya quedado tan clavada en la mente de Mark que aún guarde un poco de rencor a todos los que tomaron parte en aquella batalla. En recientes declaraciones, le ha mandado un recado a Fernando Alonso que quizá no sea del todo necesario. Dentro del respeto y la supuesta admiración, le compara con Valentino Rossi y dice que siempre es duro ver a viejos campeones lejos de su mejor nivel de forma, citando también a Michael Schumacher cuando volvió a Mercedes o a Nikki Lauda en sus últimos años.
Eso no es justo por diversas razones. De entrada, este no es el año de Alonso. Si Fernando decidió volver a la Fórmula Uno pese a sus éxitos en las carreras de resistencia fue porque iba a haber un cambio de reglas que él consideraba que le iba a volver a hacer competitivo. Un cambio de reglas pensado en igualar a las distintas escuderías de manera que el piloto fuera más importante. El coronavirus lo cambió todo y el nuevo reglamento entrará en vigor en 2022, dejando este año las cosas más o menos como estaban el año pasado y el anterior y el anterior: Mercedes por delante de todos, Red Bull un poco por detrás… y el Alpine-Renault de Alonso a verlas venir.
Cuando ganar es divertido y perder no es necesariamente un fracaso
Alonso quiere un tercer campeonato del mundo y lo quiere desde hace quince años, demasiado tiempo como para que no haya intuido a estas alturas -40 años- que no lo va a conseguir. Eso es precisamente lo que le gusta: el reto. Alonso es consciente de que su legado se mide en victorias pero también se mide en espectáculo. Le gusta lo de «Magic» y la magia consiste en desafiar lo planeado. Sabe disfrutar de salir decimocuarto en la parrilla con el séptimo mejor coche y tirar de épica, acabe la cosa como acabe. Y si no le gusta, al menos no le importa. Sigue enamorado del pilotaje y de la competición de la misma manera y no se le ve especialmente preocupado por este año de transición con el que ya se contaba.
El argumento de Webber («habría que preguntarse si Fernando es mejor ahora que cuando tenía 25 años») es un poco absurdo. Nadie es mejor que cuando era el mejor. Probablemente, Hamilton tampoco sea tan bueno como cuando ganó el título con McLaren pero ahí sigue. También sigue, por cierto, su excompañero Vettel, del que no hace mención alguna y que pasó sus mejores años post-Red Bull acumulando decepciones. También sigue Raikkonen, imperturbable, esperando que llegue el Gran Premio de Montecarlo para poder hacer una fiesta en su yate.
Si la vuelta de Alonso a Alpine ha tenido sentido o no, solo lo puede decidir él. Por supuesto que a nadie le gusta ver a sus ídolos arrastrarse y lo que le está pasando este año a Valentino Rossi se parece mucho… pero Fernando tiene 2022 grabado en su cabeza y en su corazón y habrá que esperar a entonces para emitir un juicio. Entre el campeonato del mundo y el ridículo hay un montón de pasos intermedios. Hay quien disfruta con esos pasos y quien solo entiende de éxitos y fracasos sin matices. Da la impresión de que Alonso es de los primeros. Un amante impenitente de la adrenalina, algo que quizá a Webber le cueste entender del todo.